¿CUÁL ES EL PODER DE DIOS?
Año
XLVIII - Domingo IV del Tiempo Ordinario /8 - 1 de Febrero de 2015
Jesús
le ordenó; “Cállate y sal de él!” El espíritu inmundo, sacudiendo al hombre con
violencia y dando un alarido, salió de él (Mc 1,21-28).
Cuando Jesús fue
a la sinagoga de Cafarnaún a enseñar, se quedaron asombrados de su enseñanza,
porque no enseñaba como los letrados, sino con autoridad. Allí estaba un hombre
que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar. Jesús lo increpó: “Cállate y
sal de él”. El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte,
salió. Todos se preguntaron estupefactos: “Este enseñar con autoridad es nuevo.
Hasta a los espíritus inmundos les manda, y le obedecen”.
Autoridad,
facultad, poder, potencia, potestad. Todo eso quiere decir la palabra griega
exusía, que se repite innumerables veces en el Nuevo Testamento. Hay dos clases
de poder: El poder de imponer. Y L el poder de hacer posible, de servir. Y ése es
el poder de Jesús. Es el poder del amor.
Hace posible la
sanación de alguien que tenía una enfermedad interna, inexplicable para los
judíos. Que ellos la atribuían a un espíritu inmundo.
“Se quedaron
asombrados de su enseñanza”. Y el salmo 95(94) nos invita a escuchar hoy la voz
de Dios. A no ser coma los israelitas cuando endurecieron su corazón como el
día de Masá en el desierto, cuando le reclamaron a Dios si los había hecho
salir de Egipto para matarlos de sed en el desierto.
A Dios lo
podemos escuchar en la oración. ¡Qué bueno sería que todos los católicos
hiciéramos diariamente un rato de oración! Podríamos empezar por cinco minutos.
A Dios le podemos pedir, dar gracias, pedir por otros, protestarle,
arrepentimos, reflexionar, planificar, alabarle. Hasta de las distracciones
podemos hacer oración. Porque ellas nos revelan dónde está nuestro corazón.
Moisés anuncia al
pueblo que Dios le suscitará un profeta, y que pondrá sus palabras en su boca.
Si estamos atentos a la voz de Dios la podremos oír a través de personas que
nos la pueden transmitir. ¿Queremos oír su voz?
P. Jean Pierre Wyssenbach, S.J.
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