miércoles, 28 de enero de 2015

Los Colores de la Liturgia

LOS COLORES DE LA CELEBRACIÓN DE LA SANTA MISA


En la mayoría de las cosas cotidianas del mundo se utilizan los colores para diferenciar elementos, tanto para la vida social como para la expresión religiosa. La bandera nacional o un partido político o un grupo deportivo tienen, por ejemplo, sus colores propios, que vienen a representar a la entidad. 
En cada cultura puede ser distinto este simbolismo. En el Japón, por ejemplo, el luto se puede expresar, además de con el negro, también con el color blanco. Mientras que allí el color más noble es el morado, porque se encuentra en el escudo imperial. 
En la liturgia cristiana, durante los primeros siglos no parece que hubiera una norma general en cuanto a los colores. Lo único que se tenía en cuenta era que para los días más festivos se eligieran colores más vivos (en Oriente, sobre todo, policromados), y para tiempos penitenciales, colores más oscuros y austeros. A partir del Concilio de Trento, en el siglo XVI, se llegó a un cierto código, bastante  parecido al actual, para el uso de los colores litúrgicos. Como dice el Misal, cada Conferencia Episcopal "puede estudiar y proponer las adaptaciones que respondan mejor a las necesidades y modos de ser de los pueblos" (n. 308). 

Estos colores se refieren a los vestidos de los ministros -estola, casulla- y también a los paños que pueden adornar el altar, el ambón o el sagrario. 

SIMBOLISMO 
El blanco

Es entre nosotros un color alegre, que de entrada sugiere la limpieza, la fiesta y la luz. Por eso se ha convertido en símbolo de la inocencia, de la pureza y de la alegría. El vestido blanco de la novia es, en nuestra cultura, uno de los símbolos más significativos.
El ángel que aparece junto al sepulcro para anunciar que Jesús ha resucitado, va vestido de blanco. Los vencedores del Apocalipsis están cubiertos de lino blanco y montados en caballos blancos. La gloria de Cristo se simboliza en la escena de la Transfiguración con unos vestidos blancos como la luz. 
El blanco es, por tanto, el color privilegiado de la fiesta cristiana, como expresión de la luz, la alegría y la vida que Dios nos comunica. 



El rojo

Nos trae a la imaginación el fuego y la sangre. Es un color "agresivo", que puede simbolizar el sentido de la culpa (tiene las manos rojas quien derrama sangre ajena), de peligro (el "stop" del semáforo) y también el amor. 
Los profetas parece que identificaban la situación de pecado con el color rojo: "así fueren vuestros pecados como la grana, quedarán blancos cual la nieve, y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana quedarán" (Isaías 1,18). 


El verde

Es el color de la vegetación, del crecimiento, de la vida. De ahí le vienen diversos simbolismos: la esperanza, la vida, la pureza de la naturaleza, la serenidad (el "verde" de los semáforos como paso libre). 
En la cultura actual el verde es símbolo de los movimientos ecológicos, de defensa de la naturaleza contra la corrupción y la manipulación humana. Aunque también decir de algo o alguien que "está verde" puede indicar la falta de madurez. 
 El verde, color de crecimiento, de esperanza y de vida, apunta así a los frutos de vida que a lo largo del año debe producir el misterio de la Navidad o de la Pascua de Cristo que hemos celebrado en los "tiempos fuertes". 


El morado

Es un color discreto, serio, aun dentro de su elegancia. Por eso, su simbolismo apunta a la penitencia, a la tristeza y al dolor. Según en qué culturas, también a la realeza y nobleza. 


Otros colores 

Son menos frecuentes, el rosa, azul y dorado.

USO DE LOS COLORES 

El blanco

Los vestidos de los ministros son blancos:
- en la Navidad
- en la Pascua
- en las fiestas del Señor (a no ser que se refieran a la Cruz)
- en la fiesta de la Virgen
- así como en las de los santos que no sean mártires.
- También para la celebración del Bautismo, del Matrimonio y de la Unción de enfermos, si es con misa.


El negro

En la liturgia, el negro había sido durante siglos el color del Adviento y la Cuaresma. Ahora ha quedado más relegado: queda sólo como facultativo en las exequias y demás celebraciones de los difuntos, aunque cada vez se usa más el morado. Para el caso de niños párvulos, el color más adecuado es el blanco. 


El rojo

Es ahora el color: 
- del Domingo de Ramos y 
- del Viernes Santo, por su aproximación a la Cruz
- de la fiesta de Pentecostés, por el fuego del Espíritu; 
- de la exaltación de la Cruz el 14 de septiembre; 
- de las fiestas de los apóstoles, los evangelistas y todos los mártires, porque han dado testimonio con sus vidas de su fe en Cristo. 
- La Confirmación se celebra en blanco, pero también se puede en rojo, subrayando la donación del Espíritu. 



El verde

En la liturgia, el verde es el color del Tiempo Ordinario: esas 34 semanas en las que no se celebra un misterio concreto de Cristo, sino el conjunto de la Historia de la salvación y, sobre todo, la celebración  semanal del domingo como "día del Señor".


El morado

Se utiliza el morado en las celebraciones del Adviento y de la Cuaresma, dos tiempos en que preparamos con un tono de mayor austeridad las fiestas de la Navidad y de la Pascua. 

Se usa el morado para las celebraciones penitenciales. Y también para las exequias, para las que antes se utilizaba el negro. Fue el Concilio el que quiso que en el lenguaje de las exequias cristianas tuviera un tono de esperanza pascual: esto se ha notado en las oraciones, en los cantos y también en el cambio de color. 


El rosa

Distingue los domingos "Gaudete", a mitad del Adviento, y "Laetare", a mitad de Cuaresma. 


El azul 

Se usa desde el siglo XIX en España y algunos países de América para la fiesta de la Inmaculada. 


El dorado

Por la nobleza de sus materiales, puede expresar una celebración particularmente festiva y solemne. 

¿POR QUÉ LOS COLORES?

La variedad de los colores en nuestra liturgia tiene, según el Misal (n. 307), dos finalidades. 

a) Ayudan a sintonizar mejor con los misterios que celebramos: "la diversidad de colores en las vestiduras sagradas tiene como fin expresar con más eficacia, aún exteriormente, las características de los misterios que se celebran". 
b) Tienen la pedagogía de la variedad y la dinámica de un Año Cristiano que nos va conduciendo por misterios y actitudes graduales: "expresa también el sentido progresivo de la vida cristiana a lo largo del año litúrgico". 
El que después de una Cuaresma en la que ha predominado el morado, pasemos a celebrar la Pascua en blanco, y que esta Pascua concluya con el rojo del Espíritu en Pentecostés, tiene su pedagogía. Como la tiene el que las fiestas de los mártires se celebren en rojo, y las de la Virgen en blanco. 
El color, como elemento visual sencillo pero eficaz, uniéndose a otros más importantes como son las lecturas, las oraciones y los cantos, quiere ayudarnos a celebrar mejor nuestra fe. 
"La diversidad de colores en las Vestiduras Sagradas tiene como fin expresar con más eficacia, aun externamente, tanto las características de los misterios de la fe que se celebran como el sentido progresivo de la vida cristiana a lo largo del año litúrgico" (IGMR, 307).

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