LOS COLORES DE
LA CELEBRACIÓN DE LA
SANTA MISA
En la mayoría de
las cosas cotidianas del mundo se utilizan los colores para diferenciar
elementos, tanto para la vida social como para la expresión religiosa. La
bandera nacional o un partido político o un grupo deportivo tienen, por
ejemplo, sus colores propios, que vienen a representar a la entidad.
En cada cultura
puede ser distinto este simbolismo. En el Japón, por ejemplo, el luto se
puede expresar, además de con el negro, también con el color blanco.
Mientras que allí el color más noble es el morado, porque se encuentra en
el escudo imperial.
En la liturgia
cristiana, durante los primeros siglos no parece que hubiera una norma
general en cuanto a los colores. Lo único que se tenía en cuenta era que
para los días más festivos se eligieran colores más vivos (en Oriente,
sobre todo, policromados), y para tiempos penitenciales, colores más
oscuros y austeros. A partir del Concilio de Trento, en el siglo XVI, se
llegó a un cierto código, bastante parecido al
actual, para el uso de los colores litúrgicos. Como dice el Misal, cada
Conferencia Episcopal "puede estudiar y proponer las adaptaciones que
respondan mejor a las necesidades y modos de ser de los pueblos" (n.
308).
Estos colores se
refieren a los vestidos de los ministros -estola, casulla- y también a los
paños que pueden adornar el altar, el ambón o el sagrario.
SIMBOLISMO
El blanco
Es entre
nosotros un color alegre, que de entrada sugiere la limpieza, la fiesta y
la luz. Por eso se ha convertido en símbolo de la inocencia, de la pureza
y de la alegría. El vestido blanco de la novia es, en nuestra cultura, uno
de los símbolos más significativos.
El ángel que
aparece junto al sepulcro para anunciar que Jesús ha resucitado, va
vestido de blanco. Los vencedores del Apocalipsis están cubiertos de lino
blanco y montados en caballos blancos. La gloria de Cristo se simboliza en
la escena de la
Transfiguración con unos vestidos blancos como la
luz.
El blanco es,
por tanto, el color privilegiado de la fiesta cristiana, como expresión de
la luz, la alegría y la vida que Dios nos comunica.
El rojo
Nos trae a la
imaginación el fuego y la sangre. Es un color "agresivo", que
puede simbolizar el sentido de la culpa (tiene las manos rojas quien
derrama sangre ajena), de peligro (el "stop" del semáforo) y
también el amor.
Los profetas
parece que identificaban la situación de pecado con el color rojo:
"así fueren vuestros pecados como la grana, quedarán blancos cual la
nieve, y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana quedarán" (Isaías
1,18).
El verde
Es el color de
la vegetación, del crecimiento, de la vida. De ahí le vienen diversos
simbolismos: la esperanza, la vida, la pureza de la naturaleza, la
serenidad (el "verde" de los semáforos como paso libre).
En la cultura
actual el verde es símbolo de los movimientos ecológicos, de defensa de la
naturaleza contra la corrupción y la manipulación humana. Aunque también
decir de algo o alguien que "está verde" puede indicar la falta
de madurez.
El verde,
color de crecimiento, de esperanza y de vida, apunta así a los frutos de
vida que a lo largo del año debe producir el misterio de la Navidad o de
la Pascua de Cristo que hemos celebrado en los "tiempos
fuertes".
El morado
Es un color
discreto, serio, aun dentro de su elegancia. Por eso, su simbolismo apunta
a la penitencia, a la tristeza y al dolor. Según en qué culturas, también
a la realeza y nobleza.
Otros
colores
Son menos
frecuentes, el rosa, azul y dorado.
USO DE LOS
COLORES
El blanco
Los vestidos de
los ministros son blancos:
- en la Navidad ,
- en la Pascua ,
- en las
fiestas del Señor (a no ser que se refieran a la Cruz )
- en la fiesta
de la Virgen
- así como en
las de los santos que no sean mártires.
- También para
la celebración del Bautismo, del Matrimonio y de la Unción de
enfermos, si es con misa.
El negro
En la liturgia,
el negro había sido durante siglos el color del Adviento y la Cuaresma. Ahora ha
quedado más relegado: queda sólo como facultativo en las exequias y demás
celebraciones de los difuntos, aunque cada vez se usa más el morado. Para
el caso de niños párvulos, el color más adecuado es el blanco.
El rojo
Es ahora el
color:
- del Domingo de
Ramos y
- del Viernes
Santo, por su aproximación a la
Cruz ;
- de la fiesta
de Pentecostés, por el fuego del Espíritu;
- de la
exaltación de la Cruz
el 14 de septiembre;
- de las fiestas
de los apóstoles, los evangelistas y todos los mártires, porque han dado
testimonio con sus vidas de su fe en Cristo.
- La Confirmación se
celebra en blanco, pero también se puede en rojo, subrayando la donación
del Espíritu.
El verde
En la liturgia,
el verde es el color del Tiempo Ordinario: esas 34 semanas en las
que no se celebra un misterio concreto de Cristo, sino el conjunto de la Historia de la salvación
y, sobre todo, la celebración semanal del
domingo como "día del Señor".
El morado
Se utiliza el
morado en las celebraciones del Adviento y de la Cuaresma, dos
tiempos en que preparamos con un tono de mayor austeridad las fiestas de la Navidad y de la Pascua.
Se usa el morado
para las celebraciones penitenciales. Y también para las exequias, para
las que antes se utilizaba el negro. Fue el Concilio el que quiso que en
el lenguaje de las exequias cristianas tuviera un tono de esperanza
pascual: esto se ha notado en las oraciones, en los cantos y también en el
cambio de color.
El rosa
Distingue los
domingos "Gaudete", a mitad del Adviento, y "Laetare",
a mitad de Cuaresma.
El azul
Se usa desde el
siglo XIX en España y algunos países de América para la fiesta de la Inmaculada.
El dorado
Por la nobleza
de sus materiales, puede expresar una celebración particularmente festiva
y solemne.
¿POR QUÉ LOS
COLORES?
La variedad de
los colores en nuestra liturgia tiene, según el Misal (n. 307), dos
finalidades.
a) Ayudan a
sintonizar mejor con los misterios que celebramos: "la diversidad de
colores en las vestiduras sagradas tiene como fin expresar con más
eficacia, aún exteriormente, las características de los misterios que se
celebran".
b) Tienen la
pedagogía de la variedad y la dinámica de un Año Cristiano que nos va
conduciendo por misterios y actitudes graduales: "expresa también el
sentido progresivo de la vida cristiana a lo largo del año
litúrgico".
El que después
de una Cuaresma en la que ha predominado el morado, pasemos a celebrar la Pascua en blanco, y que
esta Pascua concluya con el rojo del Espíritu en Pentecostés, tiene su
pedagogía. Como la tiene el que las fiestas de los mártires se celebren en
rojo, y las de la Virgen
en blanco.
El color, como
elemento visual sencillo pero eficaz, uniéndose a otros más importantes
como son las lecturas, las oraciones y los cantos, quiere ayudarnos a
celebrar mejor nuestra fe.
"La
diversidad de colores en las Vestiduras Sagradas tiene como fin expresar con
más eficacia, aun externamente, tanto las características de los misterios de
la fe que se celebran como el sentido progresivo de la vida cristiana a lo
largo del año litúrgico" (IGMR, 307).
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