domingo, 1 de febrero de 2015

Lectura de la Portada de la Hoja Dominical Domigo 1 de Febrero 2015

¿CUÁL ES EL PODER DE DIOS?

Año XLVIII - Domingo IV del Tiempo Ordinario /8 - 1 de Febrero de 2015
Jesús le ordenó; “Cállate y sal de él!” El espíritu inmundo, sacudiendo al hombre con violencia y dando un alarido, salió de él (Mc 1,21-28).


Cuando Jesús fue a la sinagoga de Cafarnaún a enseñar, se quedaron asombrados de su enseñanza, porque no enseñaba como los letrados, sino con autoridad. Allí estaba un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar. Jesús lo increpó: “Cállate y sal de él”. El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: “Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda, y le obedecen”.

Autoridad, facultad, poder, potencia, potestad. Todo eso quiere decir la palabra griega exusía, que se repite innumerables veces en el Nuevo Testamento. Hay dos clases de poder: El poder de imponer. Y L el poder de hacer posible, de servir. Y ése es el poder de Jesús. Es el poder del amor.

Hace posible la sanación de alguien que tenía una enfermedad interna, inexplicable para los judíos. Que ellos la atribuían a un espíritu inmundo.

“Se quedaron asombrados de su enseñanza”. Y el salmo 95(94) nos invita a escuchar hoy la voz de Dios. A no ser coma los israelitas cuando endurecieron su corazón como el día de Masá en el desierto, cuando le reclamaron a Dios si los había hecho salir de Egipto para matarlos de sed en el desierto.

A Dios lo podemos escuchar en la oración. ¡Qué bueno sería que todos los católicos hiciéramos diariamente un rato de oración! Podríamos empezar por cinco minutos. A Dios le podemos pedir, dar gracias, pedir por otros, protestarle, arrepentimos, reflexionar, planificar, alabarle. Hasta de las distracciones podemos hacer oración. Porque ellas nos revelan dónde está nuestro corazón.
Moisés anuncia al pueblo que Dios le suscitará un profeta, y que pondrá sus palabras en su boca. Si estamos atentos a la voz de Dios la podremos oír a través de personas que nos la pueden transmitir. ¿Queremos oír su voz?

P. Jean Pierre Wyssenbach, S.J.

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